miércoles, 8 de agosto de 2012

PADRE E HIJO


Cuentan que había una vez un señor que padecía lo peor que le puede pasar a un ser humano: su
hijo había muerto.
Desde la muerte y durante años no podía dormir.
Lloraba y lloraba hasta que amanecía....
Un día, cuenta la historia, que aparece un ángel en su sueño.
Le dice: - Basta ya.
- Es que no puedo soportar la idea de no verlo nunca más.
El ángel le dice: - ¿Lo quieres ver?
Entonces lo agarra de la mano y lo sube al cielo.
- Ahora lo vas a ver, quédate acá.

Un día, cuenta el cuento, aparece un ángel en su sueño.
Le dice:
- Basta ya.
- Es que no puedo soportar la idea de no verlo nunca más.
El ángel le dice:
- ¿Lo querés ver?
Entonces lo agarra de la mano y lo sube al cielo.
- Ahora lo vas a ver, quedate acá.

Por una acera enorme empieza a pasar un montón de chicos, vestidos como angelitos, con alitas blancas y una vela encendida entre las manos, como uno se imagina el cielo con los angelitos.
El hombre dice:
- ¿Quiénes son?
Y el ángel le responde:
- Estos son todos los chicos que han muerto en estos años y todos los días hacen este paseo con nosotros, porque son puros...
- ¿Mi hijo está entre ellos?
- Sí, ahora lo vas a ver.
Y pasan cientos y cientos de niños.
- Ahí viene –avisa el ángel.
Y el hombre lo ve. Radiante, como lo recordaba.

Pero hay algo que lo conmueve: entre todos es el único chico que tiene la vela apagada, y él siente una enorme pena y una terrible congoja por su hijo.
En ese momento el chico lo ve, viene corriendo y se abraza con él.
Él lo abraza con fuerza y le dice:

- Hijo, ¿por qué tu vela no tiene luz?, ¿no encienden tu vela como a los demás?
- Sí, claro papá, cada mañana encienden mi vela igual que la de todos, pero ¿sabés lo que pasa?, cada noche tus lágrimas apagan la mía.

Por una acera enorme empieza a pasar un montón de chicos, vestidos como angelitos, con alitas blancas y una vela encendida entre las manos, como uno se imagina el cielo con los angelitos.
El hombre dice:
- ¿Quiénes son?
Y el ángel le responde:
- Estos son todos los chicos que han muerto en estos años y todos los días hacen este paseo con nosotros, porque son puros...
- ¿Mi hijo está entre ellos?
- Sí, ahora lo vas a ver.
Y pasan cientos y cientos de niños.
- Ahí viene –avisa el ángel.
Y el hombre lo ve. Radiante, como lo recordaba.

Pero hay algo que lo conmueve: entre todos es el único chico que tiene la vela apagada, y él siente una enorme pena y una terrible congoja por su hijo.
En ese momento el chico lo ve, viene corriendo y se abraza con él.
Él lo abraza con fuerza y le dice:

- Hijo, ¿por qué tu vela no tiene luz?, ¿no encienden tu vela como a los demás?
- Sí, claro papá, cada mañana encienden mi vela igual que la de todos, pero ¿sabés lo que pasa?, cada noche tus lágrimas apagan la mía.

Reflexión:
Aunque sea muy dolorosa la partida de tu ser querido, debes despedirlo con todo tu amor y bendición, pues donde se encuentra está disfrutando de cosas que quizás el nunca imagino, solo levanta tu rostro al cielo y pide a Dios que te de fortaleza, paciencia y confianza, para continuar con tus propósitos de vida, y créeme que él desde el cielo te ayudara a llevar la carga del dolor.

Tomado de Pagina “Yo también perdí un hijo”
Adaptado por: Mairen Lisseth Zapata B.
Psicóloga - Asesor Familiar de Duelo
Jardines del Recuerdo - Salas Norte Cali

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